lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 17

Cómo están mis nabhunianos favoritos??!
Hoy os traigo el nuevo capítulo tal y como anuncié ayer (procuraré cumplir mis promesas como propósito de Año Nuevo xD). Me parece que a más de un@ le va a gustar, sobre todo el final... (sé que a Mari le encanta) jajaja No os quiero entretener más, así que aquí lo tenéis listo, no dejéis de leernos!
Besitos y bombones de vuestro chocolate favorito.

Cuando desembocó en la calle principal, los demás acababan de llegar. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro en cuanto reparó en las caras atónitas que mostraban sus amigos. Al acercarse aún más a ellos consiguió apreciar algo que le llamó la atención: la mirada de Will corría frenética entre el gentío mientras una sombra de temor casi imperceptible cruzaba su rostro momentáneamente.
-Erik, ¿has visto todo esto? ¡Es increíble!
Mario corría en ese momento hacia él, sin poder reprimir su sonrisa.
-Sí, no me importaría pasar una temporada aquí…
-Will dice que tenemos que subir a la Torre -dijo mientras señalaba a un punto concreto-. Allí arriba.
Entonces fue cuando por primera vez el joven se fijó en ella. Ascendiendo por la calle principal de la ciudad, edificada en la zona más alta, se alzaba imponente la Torre. Un edificio de perfecta piedra negra que reflejaba la luz solar dándole una apariencia etérea. Su base tenía forma octogonal, lo que la hacía aún más extraña. Y en la parte superior, coronando la inmensa edificación, una serie de agujas plateadas de distintos tamaños nacían de la piedra oscura.
-¿Y por qué tenemos que ir allí? -Erik mantenía la vista fija en la Torre.
-Los Señores de los Elementos están allí. Hay que ir a verlos.
-Está bien, volvamos con los demás.
***
Hacía rato que se habían dispersado. Will había accedido a pasar el día en Clanderdon para que los demás pudieran descubrir la ciudad. Cada uno había decidido ir a explorar distintos lugares, formando pequeños grupos o aventurándose ellos solos. Habían acordado encontrarse en la calle principal al final de la tarde para subir a la Torre.
Con la llegada del crepúsculo, Maya decidió volver. Había pasado el día vagando por las calles, descubriendo a los distintos habitantes de aquel lugar y disfrutando de los numerosos espectáculos que ofrecían. La comida y bebida tampoco había resultado un problema; había cientos de puestos que ofrecían sus manjares al gentío, deleitándolos.
Miró a su alrededor, los demás aún no habían aparecido. Tras una rápida ojeada descubrió a alguien que trataba de esconderse entre las sombras, apoyado contra la pared. Un rayo de luz se coló entre los tejados revelando unos mechones de cabello rubio, delatándolo.
Maya sonrió y se acercó al joven, que se encontraba de espaldas a ella. Sólo lo había visto un par de veces en todo el día, y siempre de lejos. Se había mantenido al margen del gentío, ausente. Casi como si estuviera escondiéndose de algo, o de alguien.
Se situó detrás de él con cuidado, sin hacer ruido. Con rapidez le tapó los ojos, sin darle tiempo a reaccionar y le susurró al oído:
-No has aparecido en todo el día, ¿estás bien?
Will se apartó de ella y dirigió sus ojos hacia la Torre inconscientemente. Trató de disimular su preocupación con una sonrisa cansada.
-Sí, estoy bien. No es nada, de verdad.
-¿Estás seguro?
-Seguro.
Maya desistió ante la cabezonería del muchacho y continuó observando las calles cada vez menos transitadas distraídamente.
Will sonrió al recordar lo que le había dicho a la joven justo antes de cruzar el portal.
-Aún no me has dicho nada. ¿Qué te ha parecido Clanderdon?
Maya se giró hacia él sobresaltada. Se tomó su tiempo para pensar la respuesta adecuada, perdida en los ojos del chico. Recorrió cada centímetro de su rostro con la mirada, sin querer perderse ningún detalle. El suave perfil de su nariz y sus labios, la forma de su mandíbula que terminaba en un mentón estrecho, el leve color sonrojado de sus mejillas, algo quemadas por el sol. La manera en que su pelo rubio caía con delicadeza ocultándole la frente. Y por último volvió a sus ojos. Esos ojos que tanta seguridad transmitían, pero que desde hacía unos días parecían inquietos. Esos ojos que en ese mismo instante la miraban atentamente esperando su respuesta. Esto la sacó de sus pensamientos repentinamente. Respiró profundamente y dejó que una leve sonrisa asomara en su rostro.
-Will, es… precioso. Gracias por traernos.
Acto seguido se acercó al joven y le dio un tímido beso en la mejilla. Después se alejó de allí, desembocando en la zona más iluminada de la ciudad.


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