lunes, 3 de marzo de 2014

Capitulo 20: primera parte

Hey! Hace muuuuucho que no me meto en el blog, pero la semana pasada me puse las pilas y entre Axla y yo hemos finalizado este capitulo. Sentimos mucho haber tardado tantísimo, pero ha sido imposible publicar antes. Aunque esperamos que este capítulo compense un poquito, es el más largo que hemos escrito. Recién sacado del horno os dejo la primera parte de nuestro vigésimo capitulo!
Un besoo


Las llamas de las antorchas bailaban en las paredes como únicas fuentes de luz, dando a las estancias que atravesaban un brillo fantasmagórico.
Al principio sólo recorrían pasillos interminables apenas decorados, pero poco a poco pudieron apreciar cómo iban subiendo cada vez más. El silencio llenaba la noche, sólo interrumpido por las pisadas que ascendían hasta lo alto de la torre. Nadie parecía atreverse a hablar. Los pensamientos de Maya giraban en torno a Will y su misteriosa desaparición. Iba tan perdida en ellos que no se dio cuenta de que se encontraba ante unas grandes e imponentes puertas de metal por las que se colaba una luz blanquecina. Los guardias se dirigieron hacia allí, obligándoles a avanzar con pequeños empujones. Sólo los dejaron detenerse cuando hubieron alcanzado el umbral de la estancia. Ante ellos se abría una inmensa sala octogonal con las paredes y la cúpula del mismo material del que estaba construida la parte exterior de la torre. Al verlo de cerca, pudieron comprobar que se trataba de algún tipo de vidrio translúcido oscuro, en el que había incrustados trozos de espejo de distintos tamaños que reflejaban la luz blanquecina por toda la sala, creando dibujos de un gran cielo estrellado, como si de una vidriera celestial se tratara. Y en el centro de la cúpula, un enorme agujero inscrito en la vidriera como una circunferencia perfecta dejaba ver en todo su esplendor la luna llena, que llenaba la estancia con esa luz tan especial. Las agujas plateadas que nacían  de la cúpula se alzaban hacia la luna, parecía que trataban de alcanzarla.
Tras unos instantes de vacilación, se adentraron en la gran sala y se situaron en el centro de la estancia. Los jóvenes giraron sobre sí mismos y pudieron advertir un dato que antes habían pasado por alto. En cada una de las ocho esquinas que poseía la sala, a las cuales apenas llegaba la luz, se alzaban ocho tronos imponentes. No había manera de describirlos, bastaba con ver la cara de fascinación de los chicos para saber que no estaban soñando, que aquello era muy real. Era una mezcla de todas las maravillas del mundo divididas en pequeñas islas, con un trono en el interior de cada una. Las miradas de los chicos se deleitaban con cada reflejo, con cada bocanada de aire que había en aquel lugar. Aunque no todo era así. De repente la mirada de la chica reparó en en una esquina que quedaba a su izquierda. La noche reinaba y la niebla inundaba el ambiente, distorsionando las formas y sumiendo ese lugar en una profunda tristeza.
-Los elementos- dijo de pronto Lucía interrumpiendo el silencio que se había formado.
Llevaba razón, cada una de las zonas representaba un elemento. Agua; las cascadas fluían alrededor y en el centro había un trono del que manaba el agua, como en una fuente, terminado en una magnífica cola de sirena. Aire; pequeñas aves y mariposas revoloteaban y se dejaban arrastrar por diminutos tornados. El trono era una construcción gaseosa, como si estuviera hecho de nubes blanquísimas. Justo a su lado un trono salía de entre las rocas y se alzaba decorado con minerales de hermosos colores, la Piedra. La esquina que correspondía al Fuego mostraba un desierto arenoso que rodeaba un trono que brillaba con destellos rojizos como las llamas, custodiado por las estatuas de dos majestuosos animales que recordaban a los dromedarios. Un trono de ramas oscuras que se entrelazaban delicadamente formando figuras armoniosas descansaba cubierto de  hojas verdosas y flores exquisitas a un lado de la sala. Sus patas estaban fuertemente sujetas al suelo, como raíces robustas. El elemento de la Tierra.  Al lado del trono oscuro que habían visto al principio se hallaba la zona más luminosa de la sala. El trono irradiaba un intenso fulgor amarillo, como el Sol cuando se encuentra en lo más alto. Sin duda ese era el elemento de la Luz. Por último, en la esquina más alejada de la puerta había una zona distinta. No había nada en especial en ella, sólo un trono. Era transparente y parecía estar rodeado por una enorme pompa de jabón que se extendía en todas direcciones, como si tratara de conectar todos los tronos anteriores. Maya no consiguió identificar de qué elemento se trataba. Llevaban un rato en la sala, observando los distintos tronos. Todos eran hermosos, pero también había algo inquietante en ellos. Sobre cada uno de los tronos descansaba una figura de porte altivo. Las siluetas de las ocho criaturas se pusieron en pie a la vez, sin emitir ningún sonido. Poco a poco, con paso lento, se fueron acercando al centro de la sala, rodeando al grupo que lanzaban miradas frenéticas en todas direcciones mientras retrocedían, tratando de poner más espacio entre ellos y lo que se estaba acercando. Finalmente, llegaron al círculo de luz y los jóvenes pudieron vislumbrar a ocho seres como ellos. Una maga, un silfo, una aquem, una ferix, un guerrero y una elfa los rodeaban. Algo más apartados se encontraban otras dos figuras de apariencia humana. Todos se cubrían con capas oscuras que ocultaban sus rostros. Delante de Maya estaba situada la maga. Esta se quitó la capucha con delicadeza, y la miró. Tenía la piel morena y unos profundos ojos grises. No parecía mayor, al igual que ninguno de los otros, pero sus miradas transmitían una profunda sabiduría. Después de un silencio incómodo que pareció alargarse indefinidamente, el rostro de la mujer se suavizó. Sonrió, y habló por primera vez.
-Por fin estáis aquí. Me alegro tantísimo… ¡Hay mucho que contaros! Ni siquiera sé por dónde empezar.

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